En una página de Plinio se lee
que en todo el orbe no hay dos caras iguales.
Una mujer le dio a un ciego la imagen
de su rostro, sin duda único.
Eligió la fotografía entre muchas;
descartó y acertó.
El acto fue significativo para ella
y también lo es para él.
Ella sabía que él no podía ver el regalo
y sabía que era un regalo.
Un invisible don es un hecho mágico.
Dar a un ciego una imagen
es dar algo tan tenue que bien puede ser infinito,
es dar algo tan vago que puede ser el universo.
La inútil mano toca y no reconoce
la inalcanzable cara
En revista “Maldoror”, Montevideo, Nº 20, 1985.
Y publicado en Jorge Luis Borges, “Textos recobrados (1956-1985)”, Buenos Aires, Emecé Editores, 2003
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