Por mí no se marchita un jardín.
No tengo ninguno.
Ninguna casa a través de la cual los vientos de octubre lloren.
No me duelen las oscuras nubes,
Porque sólo rara vez veo al cielo.
No apunto más a estrellas del cielo doradas.
Me consuela una pequeña lampara de gas.
A mí no me cambía ninguna suerte, desilusiona ninguna espera,
No me duele ningún otoño,
Por mí ningún jardín se marchita.
M. Kaleko
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